Por: Yomari Benavides.
Diego
Rodríguez es un joven campesino de La Hormiga, Putumayo, a quien el negocio de
la coca -todo sea dicho- le dio mucha plata. Pero, así mismo, le dejó dolores
de cabeza y problemas. Entre otras razones, por las disputas de grupos ilegales
por el territorio y las fumigaciones que terminaron acabando el negocio.
“En
ese entonces no había otra iniciativa para salir adelante, y siempre nos
enfocamos en raspar y sembrar cultivos de coca, es una circunstancia que le
pone la vida, entre la espada y la pared. Dejé de cultivar porque me hicieron
mucho daño, tuve muchas situaciones que estuve al borde de la muerte”, dijo
Diego Rodríguez.
Las
responsabilidades económicas ataban corta edad, obligaron a Diego y muchos
otros labriegos a depender de estos cultivos para salir adelante. Y como en un
tradicional juego de ajedrez, terminaron siendo peones del narcotráfico.
“Ha sido un camino duro, fue un reto que asumimos nosotros donde hubo cosas buenas y cosas duras que tocó luchar con las comunidades”, dice el representante legal de La Asociación Agropimentera del Valle del Guamuez (Asapiv), Fray Jorge Cueltan.