La profesora Liliana Muñoz Paredes sufrió afectaciones físicas y psicológicas luego de que médicos adscritos a su EPS le dijeran que padecía lupus, enfermedad autoinmune, que posteriormente fue descartada al buscar atención profesional particular.
Liliana Muñoz Paredes es una bióloga que desde hace 12 años hace parte del magisterio caucano; su labor como profesora inició en el municipio de Páez, oriente del departamento, y posteriormente se desempeñó en instituciones educativas de las zonas rurales y urbanas de localidades como Bolívar, Patía, Miranda y Timbío, siendo este último municipio su lugar de trabajo actual. Un ejercicio pedagógico que ha ejercido con pasión y entrega, pero que empezó a verse afectado desde el último trimestre del año pasado cuando un sorpresivo malestar físico la obligó a buscar atención médica.
Por esos días
estaba trabajando en Miranda y durante el desplazamiento a Popayán del 26 de
septiembre de 2022 empezó a sentirse muy mal. Cuenta Liliana que una vez llegó
a la capital caucana como pudo, y acompañada de su hermana, acudió de urgencia
a la Clínica Santa Gracia, al norte de la ciudad, a donde llegó “con fiebre,
taquicardia y escalofríos”, no soportaba sentase y sentía un dolor muy fuerte
en la región lumbar izquierda.
Tras los
chequeos le diagnosticaron pielonefritis, una infección de orina que afecta a los
riñones y que puede causar graves complicaciones, así que fue hospitalizada.
Durante ese
periodo en la clínica y a pesar de algunas situaciones incomodas en la atención,
según relata Liliana, pidió que le hicieran otro examen porque le preocupaba una
tos que venía presentando desde hacía varias semanas. “Al hacerme esos exámenes
encontraron que tenía bronquitis crónica y liquido en el pulmón izquierdo”.
Pero no todo
queda ahí, a ese preocupante cuadro clínico estaba por sumarse otro
diagnóstico. Cuenta que “por casualidad” le hicieron una ecografía de abdomen,
“digo por casualidad porque me habían mandado una ecografía de riñón, pero el
médico que iba a hacer la de riñón se confundió y me puso el ecógrafo acá (señala
el lado izquierdo de su cintura) y dijo -Ahí tiene algo no-, algo así, entonces
yo le dije - ¿qué pasó doctor? - y me respondió: -No, yo no le voy a decir nada
porque a usted le mandaron fue de riñón-, ni siquiera me quiso decir”.
Preocupada y
confundida por lo que acababa de suceder Liliana solicitó un nuevo análisis y
es donde descubren que tiene líquido en las fosas iliacas. Un dictamen que,
según escuchó a los médicos, apuntaba a que posiblemente padecía de una enfermedad
autoinmune.
Aunque fue dada de alta, la preocupación no se iba y la joven docente continúo realizándose una serie de chequeos para determinar cuál era el tipo de enfermedad a la cual se referían los galenos que la habían tratado. “Con esos exámenes yo fui otra vez a Cosmitet a pedir la cita con la médica internista, y pues se supone que tenía que ser con ella porque era quien me mandó los exámenes (…) pero que no, que no había agenda”.
Liliana,
enfocada en saber qué era lo que realmente le sucedía hizo todo lo posible por
buscar a la médica en mención y lo logró. Entines “ella me vio y de una me dijo
-tienes lupus-”. Un diagnóstico que no esperaba recibir. Manifiesta Liliana que
en ese momento la tristeza se apoderó de ella y pensó que todo se derrumbaba. “Es
complicado, bastante, porque uno sabe que implica que la vida cambia, cambia
completamente, estos médicos no tienen tacto para decir las cosas”.
Embargada de la
desesperación, Liliana tuvo que ingresar nuevamente a la Clínica Santa Gracia
ya que un análisis de orina que le habían realizado salió mal y requería de
hospitalización. “Ella (la médica) me dijo -tienes eso, pero te mando a la
clínica para que te atiendan la bacteria, pero de eso otro vamos a seguir
estudiando”.
Ya en el centro
asistencial la docente empezó a ser tratada para combatir el lupus, según su
testimonio, sin tener en cuenta que un especialista reumatólogo avalara el
diagnóstico realizado por la internista. El
lupus es una enfermedad autoinmune, es decir, el propio sistema inmunitario
ataca las células y tejidos sanos por error, lo que puede dañar muchas partes
del cuerpo, incluyendo las articulaciones, piel, riñones, corazón, pulmones y el
cerebro.
Liliana recuerda
que empezó a recibir medicamentos, entre ellos inmunosupresores y algunos para
la artritis, “medicamentos muy fuertes que, bajan las defensas (…) pero al
bajar las defensas yo quedo expuesta a cualquier tipo de infección y para mi
eso es muy grave. Y el tema de la artritis pues ¿cómo darme un medicamento de
artritis si yo no tengo ningún dolor articular?”.
Tales medicamentos
empezaron a causarle a Liliana otras afectaciones en su salud, recuerda que
estando hospitalizada empezaron a presentarse más taquicardias “yo no podía
respirar, me causaban presiones en el pecho, ya no podía comer, ya no recibía
fruta (…) conmigo estaban haciendo un experimento porque fueron dos o tres días
súper difíciles”.
Una situación sin salida y que con el paso de las horas, además de las dolencias físicas, también estaba socavando emocionalmente a Liliana, por lo que tomó la decisión de pagar un médico reumatólogo particular para que al revisar su historia clínica le permitiera confirmar si verdaderamente tenía lupus y desde ahí saber qué hacer.
“Conseguí el
dinero y fue el reumatólogo a la clínica. Él empezó a hacer varias preguntas y
a muchas prácticamente le dije que no porque no coincidía nada con lo que me
preguntaba. O sea, preguntas que debió haberme hecho la médica interna de la
Clínica Santa Gracia y no las hicieron”, dice Liliana.
Incluso, cuenta
que el médico reumatólogo particular, que tuvo que buscar y pagar por sus
propios medios, le realizó una exhaustiva revisión articulación por
articulación y tras mirar los exámenes a los que había sido sometida le
manifestó que estaban “levemente alterados” y que “fue irresponsable” la
persona que los mandó a realizar “porque los leyó mal”.
Paso seguido,
dice Liliana, el profesional de la salud le confirmó que “no padecía lupus”,
solicitó formalmente que le quitaran los medicamentos que le suministraban hasta
ese momento y que le dieran de alta al día siguiente. “Me dijo no debieron ni
siquiera haberte suministrado más antibiótico porque el día que lo vayas a
necesitar ya no te hará nada. A mí me dieron antibiótico de UCI (Unidad de
Cuidados Intensivos). O sea que (el médico) desmintió el diagnóstico de lupus,
de la artritis y me mandó a sacar de la clínica”.
De esa manera
Liliana Muñoz Paredes logró esclarecer un dictamen equivocado que puso en alto
riesgo su vida y que tenía a su familia temiendo lo peor. Una situación por la cual
hoy más de 10 mil profesores afiliados a la Asociación de
Institutores y Trabajadores de la Educación del Cauca (Asoinca) solicitan
transformaciones en la atención de salud que actualmente los cubre y que a la
fecha los tiene en una huelga indefinida esperando la respuesta del Gobierno
Nacional.
“Han sido muchísimos docentes los
que hemos caído en ese perverso sistema de salud, o sea, ya lo podemos decir
con seguridad, hemos sido víctimas de malos diagnósticos, de aplicar
medicamentos que no son, hemos sido víctimas de malos procedimientos, con
bacterias, muchísimas cosas”, concluye Liliana, quien trata de volver a la
normalidad en su vida, a las aulas, a practicar su deporte favorito, el ciclo
montañismo, y de ayudar a evitar a que
más casos como el que ella padeció le sucedan a más colombianos.